quinta-feira, 9 de junho de 2011

ALEJANDRO MAGNO

O escribano Valdemir Mota de Menezes ha leido este artículo sobre la História de Israel e ha considerado una buena narativa del periodo intertestamentario. Hablando de la realidad que llegó hasta nosotros sobre los judíos durante dominación griega y romana.


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El período intertestamentario:
Las profecías de Daniel
Por Mario Seiglie


Alejandro Magno en la profecía

Dios le reveló a Daniel en una visión
que el reino que surgiría después de los
persas sería el de los griegos, bajo el mando
de Alejandro Magno. Gabriel, el mensajero
angelical de Dios, le explicó a Daniel:
“En cuanto al carnero que viste, que
tenía dos cuernos, éstos son los reyes de
Media y de Persia. El macho cabrío es el
rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía
entre sus ojos es el rey primero. Y en
cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron
cuatro en su lugar, significa que
cuatro reinos se levantarán de esa nación,
aunque no con la fuerza de él” (Daniel
8:20-22).
Súbitamente, en el año 333 a.C., el Imperio
Persa llegó a su fin cuando Alejandro
Magno derrotó a los ejércitos de Darío
III en la batalla de Isos. Sin embargo,
10 años más tarde, tal como fue profetizado
en Daniel 8, Alejandro murió inesperadamente
y el Imperio Griego fue dividido
en cuatro partes, cada una de las
cuales fue gobernada por uno de sus cuatro
generales más poderosos.


Anteriormente, según el historiador judío
Josefo, el pueblo de Dios había sido
salvado y liberado cuando Ciro vio su
nombre y sus logros profetizados en las
Escrituras. Los escritos de Josefo también
mencionan que Alejandro Magno
perdonó a Jerusalén de la destrucción al
darse cuenta de que sus hazañas habían
sido profetizadas en el libro de Daniel.

Cuando Alejandro descendió sobre el
Cercano Oriente, quienes le resistieron
fueron aplastados sin piedad. Los fenicios
sintieron la ira de Alejandro cuando
él destruyó por completo su capital, Tiro.


Parecía que el mismo destino le aguardaba
a la rebelde Jerusalén, la cual había
apoyado a los desdichados persas en la
batalla de Isos.

Josefo relata que las tropas de Alejandro
rodearon la ciudad y se prepararon
para el ataque, pero de repente, las puertas
de la ciudad se abrieron y el sumo sacerdote
salió con su cortejo.

Josefo narra: “Alejandro, al contemplar
desde lejos a la multitud con vestidos
blancos, a cuyo frente iban los sacerdotes
con túnicas de lino, y el sumo sacerdote
con su vestidura de púrpura y escarlata . . .
él se acercó solo . . . y saludó primero al
sumo sacerdote . . . y los reyes de Siria y
los demás se sorprendieron de lo que había
hecho Alejandro y pensaron que había
perdido la razón. Sin embargo, Parmenio
. . . le preguntó por qué, cuando todos lo
adoraban a él, él estaba adorando al sumo
sacerdote de los judíos. A quien le contestó:
‘No lo adoré a él, sino al Dios que
lo ha honrado al nombrarlo como sumo
sacerdote. Vi a esta misma persona en un
sueño, vestida de esta manera . . . quien
. . . me exhortó que no me demorara . . .
pues él conduciría mi ejército y me daría
el dominio sobre los persas. Por eso . . .
viendo a esta persona vestida así, y recordando
la visión . . . creo que conduzco
este ejército bajo la guía divina’ . . . Y
cuando le mostraron el libro de Daniel, en
el cual Daniel declaró que uno de los griegos
iba a destruir al imperio de los persas,
supuso que se refería a él mismo; y por
cuanto estaba feliz . . . les preguntó a los
judíos qué favores les podía conceder, y el
sumo sacerdote pidió que les permitiera
observar las leyes de sus antepasados y
que los eximiera de pagar tributos en el
séptimo año. [Alejandro] les concedió
todo lo que le pidieron . . .” (Antigüedades
de los judíos, XI, viii, 5).

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